Se hace hora de recoger, de abandonar la casa de la "ciudad", de poner negro lo que era blanco, de despejar lo que estaba saturado, de cambiar capitalismo por tranquilidad, de cambiar el "kioskillo de la iglesia" por la terraza, de dejar la acera y acaparar la arena, de recordar lo olvidado y de olvidar lo recordado.
Es hora de abandonar el cuarto lila por el lila y amarillo. Ya va siendo hora de escuchar mar y no berrido.
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